El anarquismo no es anticiencia. Vaya Vaya Ahora entiendo el gran silencio Covid

Comparto el siguiente artículo para ver una de las causas por la cual gran parte de la movida anarquista ha quedado en silencio o apoyando directamente la narrativa Covid. Y claro, su perspectiva es la racionalidad que refuerza su humanismo (entendiéndolo como lo que es, antropocentrismo y especismo). ¿Encontrarán algún día la Piedra Filosofal o la fórmula dentro de sus laboratorios?

El anarquismo no es anticiencia. Respuesta a Vicarious Shamishen

Este texto es una respuesta crítica a un texto de Vicarious Shamishen titulado “La ciencia como cierre categorial de origen burgués. Incapacidad artística de la burguesía”, publicado el 26 de agosto en este mismo portal.

://portaloaca.com/opinion/15629-la-ciencia-como-cierre-categorial-de-origen-burgues-incapacidad-artistica-de-la-burguesia.html

Debería parecernos por lo menos triste que dentro del anarquismo, es decir, dentro la lucha por la construcción de una sociedad libre, racional, donde todos pueden ser lo más felices y lo más libres posibles, conviviendo en solidaridad, apoyo mutuo y amor fraterno, encontremos aún posiciones que no sólo exhiben una ignorancia desorbitada sobre lo que la ciencia (y el pensamiento racional en general) es, sino que además está en condiciones de verter tal ignorancia en verborrea pseudofilosófica a modo de propaganda anarquista. En efecto, el texto publicado en este portal el 26 de agosto de 2021 titulado “La ciencia como cierre categorial de origen burgués. Incapacidad artística de la burguesía” de Vicarious Shamishen no puede ser caracterizado más que eso: mera verborrea de quien no sólo no está en condiciones de entender el potencial liberador de la ciencia, sino que tampoco de cómo el origen del pensamiento científico está íntimamente ligado con el pensamiento anarquista. Señalemos alguno de los desvaríos de ese trabajo y luego reflexionemos sobre el lugar de la ciencia para el anarquismo.

Debe sorprendernos cómo la primera oración del texto de Shamishen ya nos ofrece una plétora de errores. Comienza el escrito con la siguiente pomposidad:

 “¿Qué es «la ciencia», esa deidad moderna y postmoderna también, sino desde una perspectiva humanística una categorización, un cierre del discurso, un rancio positivismo comtiano, heredero traidor y legitimador de cierta filosofía y lógica aplastante que en su caso motivó el «coup d’êtat» a cargo de la burguesía revolucionada contra la nobleza, cuyos «progresos técnicos» no hacen sino marginar y eliminar binariamente, mediante la escala de grises inherente a ella misma, las mejores capacidades cualitativas de escritores no comerciales y no capitalistas venalistas, de gran calidad por lo tanto (si vales, vales; si no, para Humanidades)?”

Ignoremos que Shamishen pareciera no saber que el posmodernismo es una reacción relativista científica y epistemológica, por lo cual probablemente los posmodernos tienen muchas afinidades con su forma de “razonar”. Pasémoslo por alto. Lo que resulta más serio es entender la ciencia como “categorización” y “cierre de discurso” y que ello tiene por consecuencia “eliminar binariamente […] las mejores capacidades cualitativas de escritores no comerciales y no capitalistas”. Vamos a ver. Una distinción que conviene hacer es separar, por un lado, la ciencia de forma interna, propio de una filosofía del conocimiento y, por el otro, la ciencia comprendida de forma externa, desde las ciencias sociales. La distinción es importante. La ciencia comprendida internamente, entendida como ella misma es, no es otra cosa sino la aspiración de describir la realidad –y esa realidad puede ser, por supuesto, natural, social, matemática, moral, lógica, filosófica, etc.- sosteniéndose sobre evidencias que pueden tanto ser acreditadas en primera persona como disponibles para cualquiera que indague en la misma materia. Un conocimiento propiamente tal puede ser denominado científico (y en realidad, conocimiento en sentido estricto) si quien afirma algo lo hace basándose en algo que está intersubjetivamente disponible, para todos.

La ciencia es, en esencia esto y todo lo demás son capas contextuales que la repletan de contenido en distintos tiempos. En contraste, la ciencia tomada como fenómeno sociológico, es decir, vista desde afuera, es sólo la constatación de un grupo de personas autodenominadas “científicos” que operan con una serie de variables culturalmente interpretadas. El científico social se encuentra con que la comunidad de científicos utiliza términos como “verdad”, “dato”, “conclusión”, “electrón”, “energía”, “sociedad”, “número irracional”, “hipótesis”, etc., e intenta develar qué sentido tienen esos términos y sus respectivos objetos para esa comunidad. No es tarea del científico social evaluar la pertinencia o la realidad de tales conceptos (de hecho, él mismo opera con nociones de verdad, evidencia, observación, etc., que están siempre presupuestas; esa es tarea de la epistemología hacer tal evaluación), su único interés es comprender un hecho cultural llamado “ciencia” que tiene unas particularidades específica a lo largo de la historia, de los distintos territorios, etc. Confundir ambos conceptos podría, como inútilmente intentó el posmodernismo hacer, creer que todo era reducible a variables sociológicas, por lo cual incluso las verdades matemáticas y físicas eran meras construcciones sociales, y que todo se diluya en mera imaginación y convención.

Afortunadamente ese sociologismo rancio ya ha quedado descartado desde hace más de 50 años en la discusión seria en torno a la filosofía del conocimiento y de la ciencia, y entendemos que la ciencia es, de hecho, nada más que el patrimonio de lo que la humanidad ha comprendido de la realidad en el tiempo a partir de ponerse ella misma la exigencia de buscar evidencias que estén disponibles, aunque sea potencialmente, para todos. La ciencia lejos de ser una mera “categorización” o un “cierre de discurso” está en constante movimiento, volviendo sobre sus verdades adquiridas en un momento y reemplazándolas por otras mejor fundamentadas. Esto en realidad es forzoso porque siempre que se devela un aspecto de la realidad inmediatamente se hace visible para quien investiga un horizonte de indagaciones futuras por las que se puede avanzar, y que permitirían comprender de manera más adecuada los asuntos.

Pero claro, quizá Shamishen podría reconsiderar su posición respecto de la ciencia cuando se presuma qué es lo que está en contraste con ella. Cuando la idea de que no sólo es posible sino además necesario proveer una justificación acerca de lo que se dice o se hace, lo que resta es la autoridad, que puede tomar distintas formas: tradición, religión, ideología oficial, costumbres añejas, castas de sacerdotes, textos sagrados, etc. Cuando no se reconoce la mera posibilidad de una racionalidad común, lo único que queda es la fuerza. Lxs anarquistas no sólo creemos que la anarquía es lo que buscamos porque estemos absolutamente encaprichados por ella. No es un objetivo ocioso la anarquía, ni lo hemos escogido meramente porque se ajusta a nuestros gustos o subjetividades particulares.

La mayoría de lxs anarquistas, y he aquí el trasfondo eminentemente racionalista e ilustrado del anarquismo, creemos que la anarquía es, de hecho, la mejor sociedad posible, aquella donde todos los individuos pueden vivir razonablemente mejor que en cualquier otra. De hecho, este es el argumento bajo el cual lxs anarquistas justificamos el uso de la violencia: la violencia está justificada cuando existen enemigos, los verdaderos encaprichados, que en nombre de su propio beneficio quieren mantener la sociedad patriarcal, estatal, capitalista, en suma, jerárquica, y que están dispuestos, precisamente porque no reconocen la posibilidad de una fundamentación racional de nuestro modo de vida, a defenderla por la fuerza. Cuando acusamos, de hecho, a los liberales o a los marxista-leninistas de que sus fundamentos o su comprensión de la sociedad es errónea o inmoral, no hacemos precisamente sosteniéndonos sobre argumentos racionales: denunciamos su falsa racionalidad (su falsedad) en base a nuestra racionalidad. La ciencia tiene un potencial liberador para la humanidad porque ya no resulta admisible que alguien me prescriba algo sin que me provea una justificación que yo misma pueda legitimar; y puedo precisamente ante ello esbozar una réplica mostrando los errores de la autoridad. Si nada de eso existe, sólo queda agarrarse a golpes.

Cuando comencé a escribir esta respuesta pensaba dar azotes a todas las frases del texto de Shamishen que me parecieran barbaridades insostenibles. Sin embargo, todo el texto es una barbaridad, por lo cual intentaré tomar una actitud distinta e apuntaré a qué es eso que a Shamishen le preocupa tanto y cómo podemos hacer sentido de esa preocupación. Tratemos…

A Shamishen, pareciera al menos, le preocupa una noción ideológica y restrictiva de la ciencia, una que surgió durante el siglo XIX y se extendió de forma radical a lo largo del XX, y esto es el positivismo. El positivismo es la idea de que el único conocimiento válido es el conocimiento de las ciencias naturales, y todo presunto saber (moral, científico-social, filosófico, etc.) debe reducirse, de alguna forma, a variables físicas. Esta ideología, totalmente anticientífica, es la que está desplegada cuando los Estados recortan fondos para la investigación en ciencias sociales o en filosofía, o cuando las escuelas eliminan la asignatura de artes o filosofía para darle más horas a la física. Pero el positivismo, quizá Shamishen lo sepa, tiene un efecto muchísimo más terrible de que sea una sociedad que forma básicamente imbéciles que sólo pueden calcular. El positivismo niega la posibilidad de una moral racional, tanto individual como social, y en tal movimiento, lo único que queda es el individualismo liberal y la tecnocracia economicista a nivel social. Si la ética y la filosofía social son deslegitimadas en su racionalidad, evidentemente desde el poder se desplegarán todo tipo de atrocidades y todo ello en nombre de la “economía” o la “libertad individual”.

De hecho, la clausura positivista de una racionalidad práctica (ético-moral) es lo que ha forzado a muchos a tener que volver sobre formas de vida práctica antiguas, recuperando la religión, la sangre y el suelo, la nación, la tradición, las costumbres viejas, la patria, la autoridad de los ancianos, el nihilismo, la mística y la neomística, y todas aquellas cosas que la ciencia, en su origen, mostró que eran formas injustificadas de habitar el mundo. En este respecto estamos de acuerdo con Shamishen: necesitamos reivindicar las artes, la filosofía, las ciencias sociales, y necesitamos, de hecho, hacerlo porque también la posibilidad de una sociedad construida desde abajo, operando con democracia directa, tal como el anarquismo aspira, necesita poder desbaratar la ideología de los tecnócratas, la ideología, en suma, de los positivistas, precisamente porque es una ideología irracional y anticientífica. Aceptamos este impulso, pero también reaccionamos con severidad contra quien confunda el positivismo con el pensamiento científico, porque precisamente el que lo hace ya se ha comprado la ideología positivista. Shamishen firmemente cree que la ciencia no es más que lo que el positivismo dice que es, y por eso reacciona contra ella. Esperemos que este escrito le ayude a saber que no reacciona contra la ciencia, sino contra la anticiencia.

 Nautilia Hyosung

Fuente:

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